El más allá
El hombre va a su morada eterna. Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que... el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. - Eclesiastés 12:1, 5 y 7.
Hace algunos años un jefe de Estado, al conversar con un célebre escritor, le confesó honestamente que el pensamiento de la muerte a menudo lo turbaba y que se formulaba preguntas respecto al más allá. ¿Por qué los grandes y sabios de este mundo no buscan las respuestas a sus angustias allí donde se encuentran, es decir, en la Palabra de Dios?
Si quisieran reconocerlo, verían que casi todos los mortales están más o menos turbados por la muerte. Ella aniquila todo lo que pertenece a la naturaleza; rompe todos los vínculos terrenales; nos despoja de todo lo que tuvo un lugar en nuestra existencia; se apodera de nuestros cuerpos, a los que tanto cuidamos. Pero nuestra alma es un alma viviente; ella encontrará a Dios, con todas sus responsabilidades, su pasado y su conducta.
Para el creyente, este acontecimiento ha perdido su aspecto catastrófico. De hecho, sólo muere lo que es mortal (su cuerpo). La nueva vida, la vida de resurrección está en Cristo y esa vida más allá de la muerte ya es nuestra en él. Cristo venció a la muerte. Después de haberla atravesado victoriosamente en nuestro hogar, resucitó de entre los muertos.
Además, se nos hace una promesa que debe elevar nuestros pensamientos más allá de la muerte: la venida del Señor. Entonces se cumplirán las palabras: "Sorbida es la muerte en victoria" (1 Corintios 15:54). Con cuerpos glorificados, los creyentes iremos al encuentro del Señor para estar siempre con él.
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